¡Buenos días chic@s! Hoy os traigo un fragmento escrito por una amiga mía de Madrid a la que, como notaréis, le encanta la danza… ¡Espero que a vosotros os encante su escrito! ¡Empezamos!

Según el diccionario, la danza es un arte donde se utiliza el movimiento del cuerpo como una forma de expresión, interacción social y con fines de entretenimiento artístico o religioso.

Para los que nos dedicamos al mundo de la danza es mucho más, es la vida, la belleza, la creación, la estimulación, la creatividad que eres capaz de desarrollar, una multitud de cosas, de sentimientos que pones a la vista de todos.

Puedes empezar como si nada, con unas clases de danza cuando eres pequeña y a tu madre le hace ilusión verte con el tutú. Puede empezar como un hobby o como parte de un entrenamiento deportivo, hay algunas mamás que no quieren llevar a sus hijas a deportes de contacto como el futbol o el baloncesto o incluso el karate, y para que las niñas hagan algún deporte por las tardes las apuntan a danza y compran todo el equipamiento.

Si a la niña le gusta la llevan por varios años pero sin aspiraciones a que se puedan dedicar a este deporte en un futuro, solo para entretenerlas y fortalecer sus músculos, todas las madres o casi todas prefieren que sus hijas sean dentistas, o médicos o abogadas, profesiones agresivas, con una buena predisposición en la sociedad.

De todas las niñas que pasan por una escuela de baile Madrid son muy pocas las que acaban dedicándose a ello profesionalmente, solo las que lo viven, las que sueñan con bailar, las que nos e rinden, las que tiene una meta y es la de ser la mejor, chicas fuertes que saben lo que quieren y luchan por ello, chicas como yo.

Estudié en un colegio católico, mi madre era muy temerosa de Dios y decidió que yo tendría que ser católica me gustara o no, la verdad es que no ha sido muy importante en mi vida así que si ero la hacía feliz yo asentía con la cabeza y la obedecía, que había que ir a misa, pues iba, que había que confesarse, pues me confesaba y así pasé mi infancia de misa en misa.

A los diez años descubrí el ballet y ya no he podido parar de bailar. Mi madre me apuntó ante mi insistencia y fue una de las mejores cosas que ha hecho por mí. Cuando me decía que lo dejara, yo le decía yo voy a misa por ti, haz tu esto por  mí, déjame bailar e ir a clases de danza. Y bailando sigo.

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